Cuesta decir adiós pero debo soltarte, así sin más, soltarte
y dejarme ir. Han pasado varios meses
desde que me miré y te dije que ya no podíamos respirar los dos en el mismo
espacio, vos te reías, sabías que eras el que siempre terminaba imponiéndose
pero yo sinceramente ya no podía, la angustia lo ocupaba todo en mí, angustia
asfixiándome, angustia de saber que nos perdíamos sin nunca habernos
encontrado. Sonido de lluvia, afuera llueve, como si esto cambiara algo. El
afuera ya no importa, todo nos está
pasando acá adentro, no trates de escapar como lo haces siempre. Afuera está
esperándome lo que realmente soy. Afuera no sos vos sino lo que los demás ven, o quieren ver ¿vos te pensás
que el afuera te conoce? Cómo podrían
hacerlo si ni siquiera yo me conozco. Llueve pero acá adentro no se puede
respirar, sonó el portazo y vos de nuevo a esconderte en ese cuartucho
donde todos son sombras que se juntan
fumar en la penumbra y en el silencio que es ensordecedor mientras que en la
otra pieza hay una variedad de soledades intentando desgarrarse entre ellas en
una lucha lujuriosa, lujuria indomable, soledad absoluta. Vos seguí así pero
recordá que todo sucede acá adentro, y vayas a donde vayas eso seguirá acá,
adentro.
Hoy puse una cortina para tapar una pared que tiene humedad,
toda descascarada está la pared y por eso la tapé con esa cortina como si
hubiese una ventana allí. Si, porque todo se puede tapar con una cortina, con
un velo, se puede tapar una pared descascarada, una habitación sucia, incluso
la cara de dios. Los hebreos pusieron en el templo un velo por detrás del altar
y detrás del velo moraba dios, ves como con una cortina lo arreglas todo, hasta
una ventana podes crear pero bueno, no
sé por qué te cuento todo esto si a vos no te importa. Vos más que con una
ventana lo arreglás todo con un portazo. La verdad es que tenemos que parar con
todo esto, a veces para tocar el cielo con los pies hay que dejarse caer, saber
que no se puede perder ya nada más y solo vivir lo que queda de la caída,
abrazar la libertad aunque sea por un breve instante, por un breve instante. Ya
sé que después ya nadie me va querer como antes o tal vez sí pero lo que sé es
que yo voy a empezar a quererme, me miro y más te detesto pero no quiero llegar
a odiarte porque después de todo no fue toda tu culpa, o sí pero yo también
dejé que todo pasara y ya no quiero. Acá no se puede respirar, pero respirar no
siempre es vivir. La vida se define en un segundo, en el segundo fatal, lo
demás es solo edad. Es soledad, esto de
simplemente respirar y ser solo lo que los demás quieren ver no es
vivir, creo que lo llaman enajenación o algo así, yo no quiero ser ajeno quiero
ser mío. Por eso tenemos que parar con esto o sos vos o soy yo, juntos ya no
podemos respirar en este espacio, y ya no quiero seguir escondiéndome en esa
cueva dónde todos son sombras.
Las noches transcurren, entre el frío y el ardor, lentamente
y mucho de mí es peligroso. Sucede que el espacio desbordó y ya no soy yo, soy
otro o tal vez soy yo dejando de ser otro. Si ves lo que hay detrás del velo
desgarrado puede que te vuelvas ciego, por eso es que pongo el velo, lo que
quieres ver, lo que verdaderamente hay detrás de ese velo te dejará ciego,
dejarás de quererme. Pero detrás de la cortina no hay nada, no hay dios ni
ventana, solo una pared descascarada por la humedad porque afuera llueve mucho.
La culpa es el peor de los infiernos. Y ya no se puede hacer nada, lo hecho fue
hecho y el tiempo no vuelve tras sus pasos. Y se piensa, más a prisa, se
piensa, angustia. Por qué no frené cuando aún podía pero en ese momento pudo
más el impulso, pasional, animal y lo eché a perder todo. La culpa me arde, y
me mata, y muero y lo eché a perder todo, todo lo que quiero. Y ahora ya no hay
nada detrás del velo. Solo una pared descascarándose, desmoronándose, iluso, la
ilusión cuesta caro lo dijo Juancito y cuánta razón tenía, él y su padre y su
gente y su páramo con sus fantasmas, todos eran fantasmas incluso él. Pero tampoco vos me detuviste no hiciste nada
para que parara, te dije que los dos no cabíamos en este espacio, vos tendrías
que haberte marchado, incluso cuando tomé el cuchillo y te pedí por favor que
me dejaras en paz, que te olvidarás de recordarme lo que son las quebradas en
las noches de trueno, cuando los viejos se emborrachan, cuando los rituales del
amor son violentos, todo el tiempo taladrándome la cabeza, volviendo ahí una y
otra vez, aprovechándote de mí debilidad y ocupar todo el espacio, para irte a
esos cuartos y perderte en medio de tantas soledades y volver vacío, vacío y
luego me queda a mí todo el hedor a
miseria y a muerte, por qué no te fuiste cuando te lo pedí. Ya tenía el cuchillo en la mano, no pude
frenar la estocada cuando me insultaste y me dijiste que no valía ni para
muerto y entonces te acuchillé, te lo dije, te lo advertí pero ahora es tarde,
no cabíamos los dos en el mismo espacio, en el mismo cuerpo.