martes, 20 de enero de 2015

Escisión trunca.


Cuesta decir adiós pero debo soltarte, así sin más, soltarte y dejarme ir.  Han pasado varios meses desde que me miré y te dije que ya no podíamos respirar los dos en el mismo espacio, vos te reías, sabías que eras el que siempre terminaba imponiéndose pero yo sinceramente ya no podía, la angustia lo ocupaba todo en mí, angustia asfixiándome, angustia de saber que nos perdíamos sin nunca habernos encontrado. Sonido de lluvia, afuera llueve, como si esto cambiara algo. El afuera  ya no importa, todo nos está pasando acá adentro, no trates de escapar como lo haces siempre. Afuera está esperándome lo que realmente soy. Afuera no sos vos sino lo que los  demás ven, o quieren ver ¿vos te pensás que  el afuera te conoce? Cómo podrían hacerlo si ni siquiera yo me conozco. Llueve pero acá adentro no se puede respirar, sonó el portazo y vos de nuevo a esconderte en ese cuartucho donde  todos son sombras que se juntan fumar en la penumbra y en el silencio que es ensordecedor mientras que en la otra pieza hay una variedad de soledades intentando desgarrarse entre ellas en una lucha lujuriosa, lujuria indomable, soledad absoluta. Vos seguí así pero recordá que todo sucede acá adentro, y vayas a donde vayas eso seguirá acá, adentro.
Hoy puse una cortina para tapar una pared que tiene humedad, toda descascarada está la pared y por eso la tapé con esa cortina como si hubiese una ventana allí. Si, porque todo se puede tapar con una cortina, con un velo, se puede tapar una pared descascarada, una habitación sucia, incluso la cara de dios. Los hebreos pusieron en el templo un velo por detrás del altar y detrás del velo moraba dios, ves como con una cortina lo arreglas todo, hasta una ventana podes crear pero bueno,  no sé por qué te cuento todo esto si a vos no te importa. Vos más que con una ventana lo arreglás todo con un portazo. La verdad es que tenemos que parar con todo esto, a veces para tocar el cielo con los pies hay que dejarse caer, saber que no se puede perder ya nada más y solo vivir lo que queda de la caída, abrazar la libertad aunque sea por un breve instante, por un breve instante. Ya sé que después ya nadie me va querer como antes o tal vez sí pero lo que sé es que yo voy a empezar a quererme, me miro y más te detesto pero no quiero llegar a odiarte porque después de todo no fue toda tu culpa, o sí pero yo también dejé que todo pasara y ya no quiero. Acá no se puede respirar, pero respirar no siempre es vivir. La vida se define en un segundo, en el segundo fatal, lo demás es solo edad. Es soledad, esto de  simplemente respirar y ser solo lo que los demás quieren ver no es vivir, creo que lo llaman enajenación o algo así, yo no quiero ser ajeno quiero ser mío. Por eso tenemos que parar con esto o sos vos o soy yo, juntos ya no podemos respirar en este espacio, y ya no quiero seguir escondiéndome en esa cueva dónde todos son sombras.
Las noches transcurren, entre el frío y el ardor, lentamente y mucho de mí es peligroso. Sucede que el espacio desbordó y ya no soy yo, soy otro o tal vez soy yo dejando de ser otro. Si ves lo que hay detrás del velo desgarrado puede que te vuelvas ciego, por eso es que pongo el velo, lo que quieres ver, lo que verdaderamente hay detrás de ese velo te dejará ciego, dejarás de quererme. Pero detrás de la cortina no hay nada, no hay dios ni ventana, solo una pared descascarada por la humedad porque afuera llueve mucho. La culpa es el peor de los infiernos. Y ya no se puede hacer nada, lo hecho fue hecho y el tiempo no vuelve tras sus pasos. Y se piensa, más a prisa, se piensa, angustia. Por qué no frené cuando aún podía pero en ese momento pudo más el impulso, pasional, animal y lo eché a perder todo. La culpa me arde, y me mata, y muero y lo eché a perder todo, todo lo que quiero. Y ahora ya no hay nada detrás del velo. Solo una pared descascarándose, desmoronándose, iluso, la ilusión cuesta caro lo dijo Juancito y cuánta razón tenía, él y su padre y su gente y su páramo con sus fantasmas, todos eran fantasmas incluso él.  Pero tampoco vos me detuviste no hiciste nada para que parara, te dije que los dos no cabíamos en este espacio, vos tendrías que haberte marchado, incluso cuando tomé el cuchillo y te pedí por favor que me dejaras en paz, que te olvidarás de recordarme lo que son las quebradas en las noches de trueno, cuando los viejos se emborrachan, cuando los rituales del amor son violentos, todo el tiempo taladrándome la cabeza, volviendo ahí una y otra vez, aprovechándote de mí debilidad y ocupar todo el espacio, para irte a esos cuartos y perderte en medio de tantas soledades y volver vacío, vacío y luego me queda a mí  todo el hedor a miseria y a muerte, por qué no te fuiste cuando te lo pedí.  Ya tenía el cuchillo en la mano, no pude frenar la estocada cuando me insultaste y me dijiste que no valía ni para muerto y entonces te acuchillé, te lo dije, te lo advertí pero ahora es tarde, no cabíamos los dos en el mismo espacio, en el mismo cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario