No debería dejarme morir
sin antes saber hasta dónde puedo llegar,
me dije.
Junté
mi sonrisa más desvergonzada,
la borrachera que me resultó tan dulce,
la lágrima que apenas brotó
y pocos vieron, y este dolor sin causa.
Los guardé en un baúl
para lanzarlos a lo más profundo de mis mares.
Desenvainé mi pluma,
me puse en guardia
y esgrimí mis letras más certeras.
Busqué la excusa para ser feliz
y salí a sentir, por fin, el sol en mi piel