
Me cansé de los días de la madre sin madre
y de los terceros domingos de junio sin ti.
Hoy me quedo acostado sin buscar siquiera la sombra de lo que fuiste,
no me alcanzan las migajas ni me sirven las cenizas.
La palabra más dulce o el silencio más crudo,
los grises no llenan ni los llantos sin lágrimas valen.
Para mí, la vida ha sido dolor sin calmantes
no quiero promesas como anestesia ni vendajes de efímera felicidad,
no me sirve tu juramento de volver si tienes que partir.
Ya aprendí a no creer y a ser mi propio dios.
Tragué mis penas para vomitar una sonrisa tan perfecta, tan falsa;
me volví piedra para no sufrir.
Deambule mendigando te quieros,
y en el intento de llenar el vacío que lleva tu nombre, fui hombre.
Mi juego favorito fue sobrevivir, mi sueño un pedazo de pan,
mi meta un día más y mi paz la cruz sobre su tumba.
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